martes, 21 de diciembre de 2010

En tierra de nadie

El espíritu navideño debe estar tirándose de los pelos, si es que tiene. En esta época tan entrañable que se avecina, la paz -aunque sea fingida- entre los hombres de buena voluntad -aparente y probablemente interesada- ha de llenar nuestros corazones.

Convivo casi a diario con personas para las que el perdón no es ni más ni menos que una bajada de pantalones, el diálogo una guerra de acusaciones, y la posibilidad de llegar al menos a una tregua es inconcebible.

Y yo echo de menos los viejos tiempos, cuando íbamos todos a una. Cuando no tenía que preocuparme de suavizar situaciones, ni de aguantar críticas ni confidencias usadas como proyectil, sobre todo si esperan de mí que sea el arma que las haga útiles.

¿Por qué no entienden que no puedo tomar partido?

domingo, 5 de diciembre de 2010

Solo es un cuento

- Volveré.

…y se alejó mar adentro dejándola de pie en el embarcadero agitando una mano a modo de despedida. En la otra sujetaba una esfera de un refulgente y cristalino color verde, no más grande que su puño.

Cada atardecer iba a sentarse en el mismo lugar donde le vio partir, con su preciado tesoro en el regazo. Día tras día oteaba el horizonte esperando ver una vela blanca que le trajese de vuelta.

Con los pies balanceándose sobre el agua soñaba mil reencuentros mientras la pequeña esfera le iluminaba la cara, bañándola en una cálida luz de esperanza. Esperaba que las aves marinas le trajesen noticias de él en su canto bullicioso mientras sobrevolaban la costa. Ellas veían más lejos, ellas la avisarían de su regreso antes que sus ojos.

Un día y otro día, y otro. Un atardecer tras otro se sentaba y esperaba hasta que el sol moría y renacía de nuevo pintando una estela de oro sobre las aguas. La luz de la esfera la acompañaba siempre, pues espantaba sus miedos y sus dudas.

Dijo que volvería. Lo prometió.

Sobre ella pasó la primavera, calándola hasta los huesos y revolviéndole los cabellos. Luego llegó el verano, alargando sin piedad los días y postergando la hora de ir a sentarse sobre las maderas curtidas que le servían de atalaya.

Tan prendida estaba del horizonte que no se dio cuenta de que tenía compañía desde hacía unas noches hasta que la Sombra decidió sentarse junto a ella y posar una mano sobre la luz esmeralda, eclipsándola.

Enojada, la apartó para que volviese a iluminarla y comprobó que la esfera había perdido parte de su brillo. La Sombra permaneció a su lado, en silencio. A ella no le importó.

Así pasó el tiempo, más del que nunca hubiese imaginado que pasaría. La esfera ya no la consolaba, pues se había ido apagando poco a poco hasta parecer una burda bola de acero que pesaba como el mundo entre sus manos. La Sombra la acompañaba, siempre callada, siempre intangible como sombra que era.

Aquella tarde fue distinta. Las gaviotas se arremolinaron en torno a una vela blanca que se dirigía a puerto. Su vela, la misma que se lo había llevado, volvía a traerle. La esfera estalló en fuego verde a la par que su júbilo… y luego se quebró en mil pedazos, como su corazón, cuando la nave se alejó de nuevo y se perdió mar adentro.

Se le clavaron los cristales en las manos, pero eso era lo que menos le dolía. Fue apenas consciente de cómo la Sombra la cogía por las muñecas y delicadamente iba retirando los restos incrustados en su carne. Le vendó las heridas, siempre en silencio, y la sentó en el mismo lugar donde había compartido tantas noches con ella.

Y, por fin, habló.

Solo entonces le vio como realmente era, pues hasta ese momento todo eran sombras fuera de su luz esmeralda. Y se maldijo por su ceguera.

Ahora solo mira el mar en sus ojos.

Dedicado a D.C., por vendar mis heridas.

sábado, 27 de noviembre de 2010

Pasando la plasta

- Seño, caca -dijo el pequeño con lágrimas en los ojos.

A los tres años el esfínter aún no está domesticado del todo y de vez en cuando hace de las suyas. Había intentado avisar, pero la profesora no supo interpretar a tiempo los saltitos y los ojos desorbitados hasta que el olor, acompañado de las temidas palabras, le proporciona la pista definitiva. Así que coge el teléfono y llama a su madre.

- ¿Señora Martínez? Tiene que venir a cambiar a su hijo, se acaba de hacer encima.
- Pues yo no puedo ahora, estoy trabajando. Voy a llamar a mi madre para que se acerque.

El niño gimotea avergonzado, con la plasta que empieza a enfriarse pegada a su piel. La profesora le dice que se calle, que su abuela viene enseguida.

Mientras, la madre intenta localizarla. Se ve que ha ido a la compra o ha salido a algun sitio y se ha olvidado el móvil. O lo mismo ni lo ha oído.

Al cuarto de hora por fin contesta. La madre le explica la situación y la abuela, indignada, mete en una bolsa un paquete de toallitas y una muda de ropa y se va corriendo para el colegio. Cuando llega lo primero que hace es montarle un número a la maestra.

- ¡Esto es una vergüenza! ¿Cómo es posible tener así a una criatura? ¿Es que no puede cambiarlo usted?
- Señora, limpiar a los niños no entra dentro de mis responsabilidades. Y aunque quisiera, no puedo dejar solos al resto de la clase para irme con su nieto al baño.

La abuela se indigna aún más y su voz resuena ya por los pasillos y se cuela en el despacho del director, que sale a ver qué pasa.

El niño llora a moco tendido, lo que ayuda a crispar más los nervios.

La abuela se encara con él y se queja del lamentable estado de su nieto, al que señala con el dedo, y exige que haya cuidadores que se ocupen de atender a los niños en estos casos.

El director le explica que eso es responsabilidad de los padres. Y que como la escolarización de los niños de 3 a 6 años es voluntaria, no tienen la obligación de tener personal de apoyo.

La abuela arremete de nuevo contra la profesora, el director, el sistema educativo, el gobierno, la pérdida de valores, la dejadez con la que son tratados los niños, la...

De repente siente un tirón en la bolsa que lleva en la mano y la nota más ligera. Baja la mirada buscando la causa y se encuentra la carita rubicunda de su nieto, con unos calzoncillos bajo un brazo y el paquete de toallitas bajo el otro.

- Déjalo, abu. Ya me limpio yo solo.

______________________________________

Ésta es la escenificación (más o menos) de lo que leí el otro día así de refilón, en un periódico comarcal. No sé si se podrá encontrar una solución para estos inconvenientes. De lo que sí me di cuenta es de que a veces los adultos nos sumergimos en inacabables diatribas olvidándonos de lo realmente importante: un niño con la mierda al cuello y hasta las narices de nosotros.




miércoles, 10 de noviembre de 2010

Si fuese tan fácil...

Se puede ser paciente. Se puede esperar durante un tiempo razonable. Se pueden buscar mil excusas, mil razones, mil porqués, y ninguno de ellos tendría por qué ser el correcto. Estoy cansada de cábalas y conjeturas, pero no veo la salida y…

- ¡Blablabla! –se burla Ballesta.- De verdad, que hay veces que no te reconozco. ¿Qué es eso de andar por ahí como alma en pena?

- Ya ves… -le respondo.- Ahora me falta algo. Es como cuando te quedas dormida en el sofá y de repente viene alguien y te quita la manta.

- ¿Se te hielan los pies?

- Muy graciosa…

- Lo decía en serio. De todas formas ya estoy hasta los virotes de verte así. Y como parte intrínseca tuya, junto con las demás entidades que te componemos, exijo un cambio inmediato de actitud.

- ¿Y qué quieres que haga? ¿Aparentar que no me afecta? Romper el hilo es difícil, aún me tira. No sé… lo mismo no pudo, o fue una mala jugada de “ellos”…

- Y si lo fue, ¿qué ganas estando así? Hay cosas que ya no dependen de ti. Tienes que pasar página, ¿entiendes?

- Sí, entiendo.

A veces la envidio. Voy a buscar un marcapáginas. Ahora vuelvo.


sábado, 30 de octubre de 2010

Por amor al arte

Y yo me pregunto: ¿qué falta me hace a mí levantarme un domingo a las 8 de la mañana?

Falta ninguna. Es lo que tiene pertenecer a una banda de música. Mañana domingo bien tempranito -bueno, menos temprano por el cambio de hora-, allá que vamos detrás de la Patrona camino del cementerio a golpe de bombo y platillo.

Me enrolé en esta movida ya crecidita, allá por el año 1992, porque se me metió en la cabeza que quería aprender a tocar la flauta travesera, que me molaba a mí el rollo celta y eso. Así que me dije: como los de la banda prestan instrumentos, pues que me dejen una. Yo aprendo, y cuando sepa defenderme más o menos… me la compro y me dejo la banda.

¡¡JA!!

Han pasado 18 años y ahí sigo, tocando pasodobles, marchas de procesión, villancicos, y esos “arreglicos” de óperas, zarzuelas, bandas sonoras, etc. que permiten que los grandes suenen decentemente en una banda más que modesta como la nuestra.

Tener la oportunidad de tocar con otra gente, aprender cada día en los ensayos, ver como das un pasito más en cada concierto y crecer como músico es algo inestimable. Los que están metidos en esta historia saben de lo que hablo, y es difícil hacer entender a alguien de fuera del mundillo que tocar es casi una necesidad y que por eso me fastidio madrugando un domingo y sin cobrar un céntimo. Hay que estar pa’ tó… qué le vamos a hacer.

A ver si se estiran mañana los de la cofradía y nos dan de almorzar por lo menos, que el amor al arte tiene un límite ¬¬


Aquí mi flautica y 3 romances de Schumann



viernes, 22 de octubre de 2010

Ella

La criatura se removió en sueños, inquieta. En su nido, improvisado con despojos de lo que había sido una manta, parecía tan frágil e indefensa como un bebé humano. No pude evitar acercarme a ver qué hacía, y la vi girarse y mostrar un vientre liso y abultado. Lo acaricié con un dedo sin saber muy bien si era lo correcto, y mi huella quedó marcada unos segundos en su piel.

Nunca la había tocado hasta ese momento. En parte porque me rehuía, y en parte porque hasta entonces no había visto un ser semejante y no sabía muy bien cómo tratarlo. La manta era mía; la arrancó de mi cama, la pateó, la mordió, la arañó hasta dejarla en el estado lamentable que ahora tiene, y después la llevó debajo de la mesa y se arrebujó entre sus pliegues.

No sabía cómo alimentarla. Ni siquiera sabía qué comía. En uno de sus bostezos pude adivinar dos pequeños colmillos sobresaliendo de unas encías grisáceas, así que supuse que no era precisamente vegetariana. Además, llevaba ya tres días durmiendo y no daba indicios de querer despertarse. Y yo llevaba ya tres noches en vela, vigilándola.

Salía de casa a regañadientes, a cumplir con mis quehaceres diarios y con la única idea de volver lo antes posible por si había despertado. Luego era incapaz de dormir, esperando a que abriese sus enormes ojos y me volviese a mostrar ese color tan extraño.

Al quinto día, cuando volví a casa con la firme decisión de despertarla, encontré su nido vacío. La busqué por toda la casa, incluso salí a la calle por si se había escapado. Me aseguraba de dejarlo todo bien cerrado, pero quién sabe si aquella criatura sería capaz de atravesar las paredes como un fantasma.

Al cabo de varias horas decidí regresar para ver si había vuelto. Miré debajo de la mesa, pero no estaba. Me desesperé. No podía preguntar a nadie porque probablemente habría acabado en el psiquiátrico o con algun criptozoólogo paranoico acosándome.

Después de un rato, con una desoladora sensación de vacío, decidí irme a la cama. Cogí lo que quedaba de mi manta para tirarla, pero no pude. Me envolví en ella y me acosté. Y después de tantas noches, me dormí al instante…

… y soñé con ella.

Venía hacia mí con su andar extraño, vacilante. Me agaché y le tendí la mano, y ella frotó su mejilla contra mi palma.

- ¿Por qué te fuiste, criatura? – le pregunté.

Ella me miró con sus ojos imposibles y sentí su voz como un tenso hilo de plata tañido por la brisa.

- Tu vigilia es mi sueño. Tu sueño es mi vigilia. Búscame aquí, en la mitad del camino.

Desde entonces la he visto crecer y convertirse en un ser a la vez hermoso y temible. La espero en el cruce de caminos, y ella viene a mi lado y me sustenta cuando el mundo me aplasta con su implacable realidad.

miércoles, 20 de octubre de 2010

Félix Albo y "Fuego"

El sábado pasado estuve en Octubre (Elche), la cafetería de un amigo mío que suele organizar sesiones de cuentacuentos, y tuve la oportunidad de ver a Félix Albo en una sesión que llamó “Fuego”.
Ya tenía referencias de él, y todas buenas. Y tuve la ocasión de comprobar que no exageraban en nada. Félix nos llevó de la risa al nudo en la garganta (por no decir el llanto) sin que nos diésemos cuenta, y todo alrededor del fuego de sus dos magníficas historias, capaces de mantenernos sin pestañear todo el tiempo que duró la actuación.
Intentar resumirlas aquí (Moisés Ramón, las tablas que en realidad eran losas, el ciprés que soñaba con ser mástil, las astillas de la mesa azul, la carta que fue escrita sobre ella… en fin) es imposible, porque lo mejor es oírlas de él mismo.
Le compré dos libros que tuvo el detalle de dedicarme y me dieron la oportunidad de conversar con él y comprobar que una vez fuera del escenario, su ingenio y su encanto siguen encandilando. “99 pulgas”, escrito conjuntamente con Pablo Albo y Pep Bruno, ambos narradores orales. Un libro que recoge sus mejores 99 cuentos breves. Y “Yayerías”, historias que hablan de nuestros yayos, que es así como llamamos a los abuelos en el Levante. Ambos de la Colección Escrito en el aire, de la Editorial “Palabras del candil”.
He añadido su blog a mi “Multiverso”para estar al tanto de los pasos de este cuentero. En breve se va al Sáhara con Bubisher, un proyecto para llevar libros a los niños de los campamentos de refugiados saharauis. Ya os iré diciendo dónde actúa conforme me pase la información. Y si tenéis la oportunidad de ir, no la desaprovechéis. Acepto regalos de agradecimiento ;)

miércoles, 13 de octubre de 2010

¿Estás seguro de lo que cantas?

“Hace mucho tiempo que se acabó/

pero es que hay cosas que nunca se olvidan/

por mucho tiempo que pase…”

Probablemente lo del Mundial no se olvidará en años (o siglos), pero ya estoy un poco hartita del orgullo patriótico de los que se apuntan el tanto como si hubiesen marcado ellos los goles. (Aplíquese a los demás deportes)

Hoy me acordé de una canción de los Nikis (los Ramones de Algete), que sonaba allá por el año noventaypico, que se llamaba “El imperio contraataca” (Marines a pleno sol). Y entre el dichoso día de la Hispanidad o de la Raza (¿?) o de la Fiesta Nacional Española o como demonios se llame y la tontería de los que piensan que España es la mejor, tararí tatí tatí tatí, ¡chim-pón!, terminé cantando aquello de “lo-lo lolo-lo lo ló… seremos de nuevo un imperio”, y acordándome de todos los listos que la cantaban con el brazo en alto pensando que era un himno a la Una, Grande y Libre, cuando en realidad la letra de la canción es una gran carcajada en la jeta de todos ellos. ¡Qué malo es no captar los dobles sentidos!

“Esto tiene que cambiar,/

nuestros nietos se merecen/

que la Historia se repita varias veces”.

Espero que tengan más luces que nosotros y no sea el caso.


sábado, 9 de octubre de 2010

Reflexión a las tantas


Llevo más de quince días sin asomar por aquí, o por lo menos sin escribir una letra. Ahora mismo, de madrugada y sin sueño, y con la canción que suena en el blog de Nadia Portas, hay algo que me empuja a hacerlo.

No sé, quizá sea por ella. Porque no sé quién es ni cómo llegó aquí, y apareció en el momento oportuno. Ese momento en que piensas que no hay nadie, y de repente un desconocido se asoma a tu universo y te mira, obligándote a enderezar la espalda y a adoptar una postura más digna.

Sois muchos. No, sois pocos en realidad los que me “echáis un ojo” de vez en cuando. Con algunos de vosotros no hablo a menudo, pero os siento aquí igualmente. Y sé que si levanto la voz me escucharéis.

Mi cani, Iván, Ika, (dammy anda liadísimo, supongo), mi tito, Embruxo echándome la bronca, y aquellos que no suelen dejar su huella en la red, pero sí sus palabras escritas con tinta indeleble en esta libreta manoseada que tengo por alma... todos vosotros me acompañáis desde el otro lado de quién sabe qué.

Y me siento bien.


martes, 21 de septiembre de 2010

Algunas veces vuelo, y otras veces...


Dicen los que entienden de la magia de los colores que quienes sentimos inclinación por el violeta tenemos tendencia a andar con la cabeza en las nubes. Es algo que tengo totalmente asumido, y no es nada malo siempre que sepas cómo volver luego al suelo sin partirte la crisma.

Me parece que debería comprarme un casco. Mis aterrizajes suelen ser bastante bruscos, y todo porque me dejo llevar por quienes gustan de volar alto y no se preocupan de si me puse paracaídas. No les culpo; en realidad la culpa es solo mía por consentir sin pensar en la Ley de la Gravedad.

Lo malo es que a todo se acostumbra uno y cada vez los golpes duelen menos. Terminas haciéndote insensible al dolor, o aprendes a ignorarlo. No sé… eso no es bueno. El dolor avisa de que algo no va bien, y si se hace cada vez más soportable al final terminas por no buscar remedio y centrarte en la ascensión sin tener en cuenta lo que viene después.

Por eso quizá aún sigo volando y esperando el último impacto, el que acabe definitivamente con mis ganas de andar por los aires. Estoy suspendida como un globo escapado de las manos de un niño, moviéndome aleatoriamente a merced de las corrientes de aire. Lo más seguro es que me acabe deshinchando y termine colgada de cualquier antena. La verdad, casi prefiero el batacazo.

Lo único que espero es que nadie quiera seguirme cuando me precipite al vacío.


miércoles, 8 de septiembre de 2010

Duele...


… mucho. Un millón de agujas en cada centímetro de mi cuerpo me torturan. Esta mañana mi cama y yo éramos un solo ser. Anquilosada, extenuada a pesar del sueño casi comatoso, me costó un mundo echar un pie al suelo.

Mens sana in corpore sano, que decía Platón. Se ve que me falta mucho, porque sigo igual de ida que antes… aunque tengo que reconocer que quemar energías ayuda a centrarse y a pensar (o a no pensar). Así que no me rendiré a pesar de andar todo el día maquinando cómo obtener el máximo rendimiento con el mínimo esfuerzo físico.

Como yo soy así de rarita mi año oficial empieza en septiembre. Es el mes de los principios, y de los “a partir de ahora…”. Así que anoche celebré mi nochevieja particular con helado de chocolate negro con trocitos de brownie (el dulce, no esos seres pequeñitos y traviesos que… en fin, eso) regado con un buen chorro de ron del bueno. Me lo gané, ¡qué narices! Hay que tener mucha moral para volver al gimnasio. ¿O no?

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Vuelta a la rutina


Llegó lo inevitable, y no es que me queje porque al menos yo tengo un trabajo al que volver después de las vacaciones. No me da pereza, simplemente me dejo llevar como si hubiese pasado un fin de semana cualquiera.

Este curso no habrá caras nuevas, y las viejas –salvo las de tres personas cuyos abrazos fueron sinceros- estaban tan largas como antes de marcharnos. Toca doble capa de corrección y aparente indiferencia. No me gusta tener que acartonarme cinco días a la semana.

- El barniz protege, pero termina cuarteándose y hay que quitarlo y volver a empezar. Y la lija es realmente desagradable – dice Ballesta.

La miro con cara de resignación y procuro alejar de mi mente la imagen de un tratamiento exfoliante tan drástico sobre mi persona. Prefiero centrarla en mi viaje de la semana pasada, y en cómo es posible que la vida transcurra de manera tan distinta cuando cambias de lugar.

Lo del cambio de aires no es ninguna tontería: sienta bien ver otras calles, otra gente… Incluso poder beber agua del grifo sin riesgo de que una capa de cal te recubra el sistema digestivo aparece como una milagrosa nimiedad que satisface de forma insospechada y gratificante. Y que te pongan una tapa cuando pides una caña también.

…Sonrío…

Me estoy acordando de una noche, después de tres cañas (jarras en el caso de mi hermano y cola light en el de su novia), en que apareció un chico vendiendo unos llaveros horrorosos por las mesas para sacarse unos euros. Y me ofreció uno tan sumamente feo que se lo compré. Es lo que tiene el alcohol después de un año de abstinencia. Helo aquí:




Como verás, tiene un corazoncito dentro con un dibujo pintado. Después de un examen exhaustivo por parte de los tres, mi cuñada decidió que era una mariposa, cosa totalmente errónea porque se ve claramente que es una bruja volando sobre una escoba al revés y blandiendo una cachiporra. Así que nos pusimos a discutir, mientras mi hermano nos miraba con aire autosuficiente.

Al final pasó lo que tenía que pasar: le tocó a él decidir quién tenía razón. Enarcó las cejas y dijo:

- ¡Si está clarísimo! Es un vampiro con una negra en brazos y con un pescado en la cabeza.

… y se quedó tan ancho.

Nos reímos tanto aquella noche que he decidido adoptar el llavero. Así, cada vez que entre o salga de casa, lo haré con una sonrisa.

Pero a todo esto… yo estaba hablando de la vuelta al cole. Dicen que la rutina es mala. Si hay algo bueno en ella es que te incita a buscar el modo de escaparte, y eso implica soñar, inventar, hacer planes… aunque luego no se cumplan. Pero ¿quién sabe? el Multiverso está lleno de posibilidades. Porque… ¿quién le iba a decir al pescado que terminaría ahí?


jueves, 19 de agosto de 2010

Insomnio


Llevo un par de noches sin poder dormir. Me viene el sueño a las tantas, casi amaneciendo, después de pelearme durante horas con mis párpados rebeldes.

Lo peor es que cuando despierto no encuentro ningún motivo lo suficientemente estimulante como para querer levantarme de la cama y ponerme en marcha.

Supongo que, de momento, tendrá que bastarme el estar viva.


martes, 10 de agosto de 2010

10 dias de vacaciones

Hagamos balance:


Estoy sin coche desde el martes pasado. Eso me ha ayudado bastante a reducir mi alarmante cota de incidentes de tráfico afortunadamente sin consecuencias, pero estoy con la mosca detrás de la oreja porque hace una semana que lo llevé al taller y aún no me han dado el presupuesto de la reparación. ¿Estarán sumando todavía?


También estoy de vacaciones, con lo cual lo del coche me fastidia bastante porque mi movilidad se limita a un reducido y caluroso perímetro. Y encima tengo que comprar en el súper de al lado, que no me gusta nada.


- Eso, tú el caso es ponerle pegas a todo –dice Ballesta-. Pues da gracias a que está cerca y no tienes que mover el culo más de lo necesario. En mis tiempos…


- Tus tiempos ya pasaron, hija. Siempre igual, que no me dejas ni quejarme con lo que a mí me gusta.


- Sí, claaaaaro, pobrecita ella. Lo que te pasa es que te aburres y la pagas con cualquier cosa.


- Y como no te calles la pagaré contigo también. Haz el favor de limitarte a decorar la pared, que es lo tuyo.


No sé si una ballesta es capaz de arrugar el morro y mirar para otro lado, pero ésta lo ha hecho de una forma bastante convincente.


En fin, ¿por dónde iba?


Ah, sí… mis vacaciones. Desconectar y eso. Salir de la rutina y descansar el cuerpo y la mente. Creo que lo estoy haciendo bastante bien. Duermo, como, veo la tele, me aburro, leo, vuelvo a comer, me conecto a Internet, me aburro, como otra vez, hago zapping, desisto, me aburro, me vuelvo a conectar… y me acuesto.


Pues vaya…


Este fin de semana iré a darles la tabarra a unos amigos.


- ¿Cincuenta kilómetros andando? Je…


(Me pregunto si las espadas mágicas serán igual de repelentes)



sábado, 31 de julio de 2010

Cuidado: voy armada y soy peligrosa

Anoche adquirí un arma terrorífica: la única capaz de bloquear un ataque de ira en un instante, dejando confusa la mente del agresor con solo un ligero golpe en la cabeza.

Bueno, puede utilizarse en cualquier parte del cuerpo, pero en la cabeza (en plena coronilla) tiene más efectividad, sobre todo si lanzas una ráfaga de golpes rápidos.

En la mayoría de los casos el atacante opta por alejarse presa de una fuerte sensación de ridículo. Si no es así, más te vale correr.

He aquí una imagen del artefacto:


Ahora en “serio”, es que anoche había un puestecillo de esos de las ferias y… en fin… no me pude resistir.

Pit-pit… ^^


viernes, 23 de julio de 2010

Deseando que lleguen las 00:00h

Como le decía a un compañero hoy, esta semana ha tenido cinco lunes. Mi buen humor ha brillado por su ausencia. Los días se han hecho eternos, tanto que hasta me he acostado temprano para que se acabasen lo antes posible y pasar al siguiente a ver si mejoraba la cosa.

Cualquier comentario me irritaba, cualquier hecho que se me antojase fuera de lugar me sacaba de quicio. He terminado hiperventilándome de tanto respirar hondo para no saltar a la mínima, porque obviamente el problema lo tenía yo y no quería descargarlo contra nadie. Aún así, lamento no haberlo conseguido todas las veces.

Hoy he tenido una mañana de perros, no me han dejado parar. Al salir a una bocacalle con el coche de pocas me doy con otro que venía. Cuando lo he vuelto a coger para volver a casa se me ha cruzado una niña corriendo y casi la atropello. Luego otro coche se ha saltado un “ceda el paso” y si no ando lista también me lo trago.

Al llegar al parking me encuentro la puerta abierta y el presi de mi comunidad me ha dicho que han cortado la luz del aparcamiento por no sé qué pago traspapelado. Como el motor que impulsa el agua a los pisos está allí, tampoco funciona. Adiós ducha. Espero que mañana esté solucionado, o me veo en casa de mis padres esponja en mano y con el petate de la colada.

Lo que no sé es por qué precisamente ahora estoy de buen humor.

- No hay quien te entienda –dice Ballesta.

- Ya…

martes, 13 de julio de 2010

Por empezar de alguna manera

Hace unos meses mi vida dio un giro de ciento ochenta grados. Salí del nido de mis progenitores de forma estudiada, sin prisas y sin agobios, con todos los cabos atados y con la completa seguridad de que nada podría fallar. Un trabajo estable, aunque el sueldo no sea precisamente boyante, fue lo que me empujó a dar el salto.

Tardé dos años en dormir por primera vez en MI cama. “Ya era hora” – me decían algunos. Les doy la razón; muchos se fueron con menos, de forma valiente y afrontando retos que a mí me habrían provocado un vértigo insuperable.

Qué le vamos a hacer, no me gusta quedarme con el culo al aire. Es algo que me enseñaron desde bien pequeña. Así que, en cuanto tuve mi vida más o menos resuelta, me decidí a vivirla por mi cuenta.

Ahora tengo mi propio hogar. Un piso en una zona céntrica pero tranquila, con vecinos a los que conozco de toda la vida y con los que sé que no voy a tener problemas. Se podría decir que estamos en familia (sin mencionar a los morosos del ático, a los que aún no les he visto el pelo).

Descontando la desorientación de los primeros días no me ha costado adaptarme. Tampoco ha sido para tanto. La plancha no resulta tan terrible y me llevo relativamente bien con Doña Vitro, aunque mis costumbres alimentarias (cuyo principal ingrediente es la lechuga) tampoco requieren demasiada habilidad.

Se podría decir que he conseguido lo que hace unos años se me antojaba más bien poco probable. Mi guarida, un lugar enteramente mío donde puedo hacer y deshacer a mi antojo y entrar y salir sin rendir cuentas a nadie. Soy la dueña y señora del mando de la tele, y nadie se queja si ando trasteando en internet a horas intempestivas.

Sin embargo, hay algo con lo que no contaba.

Nunca había pasado tanto tiempo a solas conmigo misma. Y a eso sí que cuesta acostumbrarse.

jueves, 8 de julio de 2010

El regreso después del "CRACK"

Pues sí… aquí estoy yo otra vez, escribiendo cuando dije que nunca más. Se ve que esto de estar callada no es lo mío, aunque a la mayoría de la gente le importe más bien poco lo que pueda o no decir.

Esta vez soy YO –o todos mis “yos” a una- quien está dispuesta a volcar sus miserias en la red, a sabiendas de que no me va a leer ni el tato. Si acaso una “tata” que yo me sé, pero como está al corriente de mis devenires lo único que hará al asomarse a esta cosa será tener otra dosis de lo mismo (lo siento, mcnwp).

Quizá tú también te tropieces con esto. A lo mejor me conoces, o crees conocerme, o no tienes ni repajolera idea de cómo has llegado hasta aquí.

Bueno, da igual.

En cualquier caso, sé bienvenido (me niego a poner una @ o una /a).

Vamos allá…