sábado, 27 de noviembre de 2010

Pasando la plasta

- Seño, caca -dijo el pequeño con lágrimas en los ojos.

A los tres años el esfínter aún no está domesticado del todo y de vez en cuando hace de las suyas. Había intentado avisar, pero la profesora no supo interpretar a tiempo los saltitos y los ojos desorbitados hasta que el olor, acompañado de las temidas palabras, le proporciona la pista definitiva. Así que coge el teléfono y llama a su madre.

- ¿Señora Martínez? Tiene que venir a cambiar a su hijo, se acaba de hacer encima.
- Pues yo no puedo ahora, estoy trabajando. Voy a llamar a mi madre para que se acerque.

El niño gimotea avergonzado, con la plasta que empieza a enfriarse pegada a su piel. La profesora le dice que se calle, que su abuela viene enseguida.

Mientras, la madre intenta localizarla. Se ve que ha ido a la compra o ha salido a algun sitio y se ha olvidado el móvil. O lo mismo ni lo ha oído.

Al cuarto de hora por fin contesta. La madre le explica la situación y la abuela, indignada, mete en una bolsa un paquete de toallitas y una muda de ropa y se va corriendo para el colegio. Cuando llega lo primero que hace es montarle un número a la maestra.

- ¡Esto es una vergüenza! ¿Cómo es posible tener así a una criatura? ¿Es que no puede cambiarlo usted?
- Señora, limpiar a los niños no entra dentro de mis responsabilidades. Y aunque quisiera, no puedo dejar solos al resto de la clase para irme con su nieto al baño.

La abuela se indigna aún más y su voz resuena ya por los pasillos y se cuela en el despacho del director, que sale a ver qué pasa.

El niño llora a moco tendido, lo que ayuda a crispar más los nervios.

La abuela se encara con él y se queja del lamentable estado de su nieto, al que señala con el dedo, y exige que haya cuidadores que se ocupen de atender a los niños en estos casos.

El director le explica que eso es responsabilidad de los padres. Y que como la escolarización de los niños de 3 a 6 años es voluntaria, no tienen la obligación de tener personal de apoyo.

La abuela arremete de nuevo contra la profesora, el director, el sistema educativo, el gobierno, la pérdida de valores, la dejadez con la que son tratados los niños, la...

De repente siente un tirón en la bolsa que lleva en la mano y la nota más ligera. Baja la mirada buscando la causa y se encuentra la carita rubicunda de su nieto, con unos calzoncillos bajo un brazo y el paquete de toallitas bajo el otro.

- Déjalo, abu. Ya me limpio yo solo.

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Ésta es la escenificación (más o menos) de lo que leí el otro día así de refilón, en un periódico comarcal. No sé si se podrá encontrar una solución para estos inconvenientes. De lo que sí me di cuenta es de que a veces los adultos nos sumergimos en inacabables diatribas olvidándonos de lo realmente importante: un niño con la mierda al cuello y hasta las narices de nosotros.




3 comentarios:

  1. Cuánta razón tienes!!! Pobre niño!

    Muaaaaaaaacks

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  2. Lo primero que piensas es que cada uno tiene su parte de razón, pero lo que de verdad cuenta es el último párrafo. Muy bien observado.

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  3. Ellos son lo más importante. Gracias por tu comentario :)

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