domingo, 12 de junio de 2011

Violeta y la fábrica de agujetas

Después de una temporadita de inactividad física he vuelto a la tortura voluntaria. De martes a viernes he subido puertos de montaña a ritmo de chunda chunda, me he liado a puñetazos y patadas con un pobre saco rojo (prometo que no he puesto la cara de nadie), he levantado pesas cual halterofílica posesa... y todo eso de forma patética y lamentable, por supuesto. 

Tiene su mérito, y no me lo voy a quitar. Cuando vas a un gimnasio y ves todos esos cuerpos torneados y llenos de músculos funcionando cual máquinas bien engrasadas piensas: ¿y qué narices pinto yo aquí? Así que me dije: Viole... tómatelo con sentido del humor. Con trabajo y constancia se consigue todo, pero mientras... ríete todo lo que puedas o vas lista.

Así que en ésas estamos.  Me duelen hasta las pestañas, pero fíjate que aparte de los retos que comentaba en el post anterior, necesitaba algo... físico. Una forma tangible de notar que estoy luchando por mejorar, aunque sea  con algo tan ridículo como levantar el culo del sillín una vez más que ayer. 

No sé... a otros les da por jugar a la play para descargar adrenalina. Sé que mi cuerpo me mataría ahora mismo si no fuese porque eso conllevaría su propia aniquilación, pero ya me lo agradecerá, ya... (si sobrevivo) 

Frase de la semana: ¡¡No hay dolor!!

domingo, 5 de junio de 2011

Soltando lastre

Estoy intentando dejar atrás algunas cosas que forman parte de mi equipaje. Vuelvo la vista y veo el surco que ha ido dejando la bolsa que arrastro por el mundo desde que abrí los ojos por primera vez y me doy cuenta de lo que pesa realmente, y también me doy cuenta del cansancio que me atenaza al pararme de repente y reparar en ella.

No es normal. No tiene por qué ser normal cargar con algo así, y me pregunto por qué no dejé mis "piedras" en los lugares donde debieron quedarse. En aquella esquina donde no supe pedir perdón, en aquel rincón donde dejé evaporarse un agradecimiento, en tantos y tantos lugares donde cambié las soluciones por quejas y arrepentimientos que rumié a solas y luego empaqueté y guardé bien al fondo, debajo de todas esas cosas bonitas que suelo poner encima por si alguna mirada indiscreta se asoma a mi bolsa de la vida.

Probablemente no pueda librarme de todo. Son muchos años y es difícil "desaprender", pero sí puedo evitar hacer mi carga más pesada. Si aprendo a hablar en vez de esperar a que el resto de la Humanidad tenga la facultad de adivinar qué pienso o qué quiero; si aprendo a pedir sin sentirme culpable; si por fin me convenzo de que la desconfianza puede ser un castigo para quien menos se lo merece...

Nadie es perfecto, pero no por eso hay que abandonar el camino.

Esta mañana, en un descuido, me descubrí sonriendo.